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martes, 12 de junio de 2007

El secuestrador de ideas





El secuestrador de ideas


Comenzaremos esta reflexión planteándonos la siguiente pregunta: ¿Pueden las ideas transformar la realidad, o son los hechos, los accidentes, las contingencias y en definitiva la inevitable sumisión al cambio, lo que hace que muten nuestras ideas?


Para ello nos posicionaremos en los siguientes puntos:

1.- Toda idea es consecuencia de una observación, o deriva de la realidad directa o indirectamente.

2.- Las ideas son conjuntos simples o complejos de unidades mínimas de pensamiento, por lo tanto son entes invisibles, inobservables y por lo tanto "subjetivos", es decir, dependen de cada observador o pensador.

Partiendo de estas dos premisas veamos que "fuerza" pueden tener las ideas.

Para muchos de nosotros las ideas son "constructos mentales" y por lo tanto la única forma que tenemos de conocerlas o descubrirlas es a través de la "comunicación" o de la "transmisión" de las mismas a través de cualquier medio conocido, por lo que si no fuera por nuestra plasticidad o flexibilidad en el aprendizaje de los procedimientos para nuestra adaptación "social", caeríamos en un estado de "anorexia" mental, o de "vació intelectual", ya que de no interaccionar con el medio no podríamos obtener experiencias que alimenten el "caudal de generación de ideas". La etimología de esta palabra viene del griego "eidos" ("forma", aquello que se ve) y que ha tenido usos variados en la filosofía. Los filósofos modernos prefieren reemplazarla por términos más específicos como "datos de los sentidos", "imagen", y "concepto". Y esto nos lleva a dos tipos de ideas, las "sensibles" producto de lo observado y las "innatas" cuyo resultado no se deriva de la experiencia, esto es, no se forma de la observación de las cosas. Este último tipo, las "ideas innatas" atiende a lo que Platón (427-347a.c) llamó "esencia o forma", y generalmente obedece al estado más puro de la naturaleza, por lo tanto sería un "universal inmaterial".

Desde el s. XII el termino "idea" se ha utilizado para señalar algo que "existe en la mente" o que al menos se refiere a ella. Una encrucijada de autores, pensadores y filósofos han abordado el tema desde ángulos y perspectivas muy distintas, algunos ejemplos los tenemos en Locke (1632-1704)que pensaba que las ideas se formaban en la mente a través de la abstracción, pero siempre a partir de una experiencia. Para Kant (1724-1804) la idea es la representación de algo que no podía ser experimentado. Para Hegel (1770-1831), la máxima representación del idealismo alemán, las ideas serían la demostración palpable del propósito o diseño global del mismo universo en su totalidad.

Dejemos por el momento las pinceladas históricas y centremos la pregunta: "¿pueden las ideas cambiar la realidad?". Si la respuesta es "no" aparecen las siguientes consecuencias lógicas: a) los fenómenos que ocurren son independientes a las ideas, por tanto el mundo fenoménico y el mundo de las ideas no son comunicantes, no hay relación alguna. b) el mundo de las ideas se limita a la representación de lo que ocurre, por lo que tendremos en consecuencia ideas "válidas" cuando se corresponden con la realidad o "inválidas" o "falsas" cuando no se corresponden con esta. Este tipo de razonamientos es claramente materialista, empírico y solo será recurrente para aquellas teorías que defiendan la construcción clásica de la ciencia.

¿Serán pues las ideas solo un reflejo de la realidad?. ¿Qué fuerza pueden tener y como nos puede condicionar?. Veamos esto y especialmente la última cuestión. Si las ideas influyen o no sobre nuestra personalidad y sobre nuestras "actitudes".

Daniel Goleman en su última obra "Inteligencia Social" (2006) mantiene que la inteligencia está afectada por las "emociones" y estas influyen directamente en nuestro estado de ánimo. Muchos autores a lo largo de la historia han venido sosteniendo la importancia que tiene "ser positivos", aunque claro está que este pensamiento no quiere expresar otra cosa que "pensemos de forma positiva", es decir, desarrollemos una actitud de pensamiento positivo. Luego procuremos que nuestras ideas sean lo más "positivas". Cuando hablamos de positividad, ¿estamos hablando de un "concepto" ¿moral?, ¿de una "actitud" constructiva, abierta, "empática" con nuestro entorno, con nuestros semejantes?. Al parecer la situación es algo comprometida. Si mantenemos que ser positivo es ser "responsable con nosotros mismos y con nuestro entorno", sin duda nos muestra una vía de compromiso con todo lo que hacemos, ya sea hacia nosotros, como hacia nuestros semejantes. Esto nos puede hacer pensar que ser positivos es ser éticamente "buenos". Actuar de acuerdo a lo que se espera de nosotros en todo momento, y por lo tanto a ser una persona coherente consigo mismo, convencido de los valores fundamentales, y comprometido con el prójimo sea cual sea la circunstancia. ¿Podríamos afirmar que ser positivos es actuar siempre de tal forma que lo bueno sea obrar de acuerdo a la ley moral?.

Existe igualmente una reflexión no ya sobre nuestras relaciones interpersonales, sino sobre nuestro sentido único y personal respecto a nuestro propio destino, sobre la actitud que debemos adoptar respecto al futuro . Esto es igualmente importante, ya que sin darnos cuenta "el pensamiento" (creativo o pesimista) que vayamos elaborando con el paso de nuestras propias vivencias y experiencias cotidianas, determinará en gran medida nuestra justificación y actitud hacia el mismo "destino". Esto nos lleva pues a la siguiente pregunta ¿hasta que punto el pensamiento no está determinando de antemano los resultados que podamos tener en el futuro?....

Pensemos en esta cuestión


" somos pensamiento y nuestro pensamiento es acción en potencia "

" Actua de tal forma que lo que dices, lo que haces, y lo que piensas no se contradiga"

" Que tus acciones no cotradigan la ley moral "